Ansiedad en la competencia: La otra lucha de un deportista mental
- Vivian Fernanda Tellez Salamanca
- 15 abr
- 5 Min. de lectura
La ansiedad es una experiencia que muchos enfrentan, pero de la que pocos hablan abiertamente. La historia de Nicolás Arias y su lucha con la ansiedad nos muestra que hablar de salud mental es clave para comprender y encontrar apoyo.
En este artículo, conoceremos la historia de Nicolás Arias, quien ha atravesado los altibajos de la ansiedad y nos comparte su proceso de autoconocimiento y aprendizaje. A través de su testimonio, exploraremos una de las muchas formas en las que se manifiesta la ansiedad, los desafíos que ha enfrentado y las herramientas que le han permitido recuperar el equilibrio. Porque hablar de salud mental es el primer paso para normalizarla y encontrar apoyo. 💛
Recuerdo muy bien, y a menudo, el domingo 24 de septiembre de 2023. Ese día, la ansiedad llegó a mi vida (quizás fue antes y hasta ese momento lo noté). Podría dar un mayor contexto, pero solo me remontaré al jueves previo a este domingo. Ese día tenía un parcial de una materia en la universidad llamada Teoría de Conjuntos. El padre de esta rama de las matemáticas se llama George Cantor, quien murió en un hospital psiquiátrico a causa de muchos episodios de depresión y, quizás, por enfrentar retos matemáticos muy abstractos que, luego, como estudiantes, también tenemos que enfrentar. La noche antes de ese jueves, me encontraba estudiando para ese parcial. No sabía absolutamente nada, ya que la facultad me había inscrito en la materia apenas una semana antes de ese examen. Esa noche dormí unas cuatro horas, las cuales no pude descansar porque, luego de invertir muchas horas de estudio, terminé haciendo cálculos matemáticos mientras dormía y, sumado a esto, tuve un par de pesadillas.

Claro que para el domingo 24 estaba cognitivamente exhausto. Sin embargo, como "deportista mental", llevaba meses entrenando porque quería ser uno de los mejores en el país, quería clasificar a una ICPC World Finals Championship, que es el equivalente a la Copa del Mundo de fútbol.
En mi mente solo me repetía frases como "debes esforzarte para ser el mejor", "debes dar el doble de ti", "estudia, no pierdas el tiempo", etc.
Así que la mañana de ese domingo me registré en una competencia de 2 horas en una plataforma virtual, que, como era de esperarse por mi agotamiento, tuve un mal resultado. No contento con el resultado, me dije a mí mismo que si me iba mal era porque debía estudiar más. Así que, para la tarde de ese mismo domingo, decidí comenzar a resolver más ejercicios de programación. Sonaba en mi mente como una canción: "debo ser el mejor". Pero no pude; resolví dos ejercicios y sentí que mi mente se había apagado. Era incapaz de realizar cálculos tan sencillos como 2 + 2. Comencé a sentir sueño y decidí recostarme cerca de las 14 o 15 horas. Luego de 30 o 40 minutos, me desperté de esa siesta que definiría mis siguientes días, que luego pasaron a semanas y luego a meses.
La ansiedad había tocado el timbre de mi casa, pero no escuché; golpeó a la puerta y tampoco oí; luego entró a mi casa y no la vi; me saludó y la ignoré. Durante meses estuvo oculta hasta ese domingo. Luego de la siesta, me dirigí a la cocina para lavar los platos. Mientras realizaba esta actividad, comencé a sentirme muy raro: sentía ganas de correr, de huir, sentía miedo inexplicable; nada me asustaba, estaba sencillamente en la cocina, pero sentía miedo. Comencé a sentir un dolor estomacal, como si se tratara de gastritis. Ya llevaba tiempo con este síntoma y pensaba que era por mala alimentación. Cuando intenté ir al baño, vi a mi mamá en su habitación y, sin explicación alguna, sentí un miedo irracional de lastimarla. Si amo a mi mamá y sé que no la lastimaría jamás, ¿por qué sentía miedo de hacer tal acto horrible? Ahí comencé a temblar, mi cuerpo se descompuso y lo único que pude hacer fue acurrucarme junto a ella y decirle: "Mamá, necesito ayuda, quiero ir a terapia". En ese momento lo vi todo, entendí todo: estaba bajo un estado de estrés crónico, había ignorado las señales.
Ese fue, en resumen, cómo me di cuenta de que había ignorado mi salud mental. Para aquel entonces, no sabía qué era ansiedad o burnout. Solía considerar esos términos como expresiones de las personas para decir que estaban cansadas: "¡Ay, qué ansiedad mi novio!", "¡Ay, qué ansiedad la U!", "¡Ay, qué ansiedad el gobierno!", "¡Ay, parce, tengo como burnout!". La informalidad en el uso de estos términos por parte de la sociedad había creado en mí un mundo de desinformación del que yo pensaba que jamás iba a padecer.
Durante los siguientes meses, tuve más episodios de pensamientos intrusivos o fobias o impulsión, tuve pesadillas, noches de insomnio; algunos días comenzaba a llorar sin razón, otros días me autodiagnosticaba con Asperger, psicopatía o alguna otra condición mental, intentando explicar los síntomas de TOC.
Luego entendí que era ansiedad, que pasé por un periodo de burnout y que no había nada de malo en mí, que era buena persona y que mis pensamientos no son más que eso: pensamientos.

Con el tiempo entendí a qué me enfrentaba. Luego de casi año y medio desde aquel domingo, he tenido altos y bajos, he tenido todo tipo de síntomas y dificultades, pero gracias a mi familia, amigos y terapia he podido recuperarme en gran medida. Aún tengo muchos retos que enfrentar. Con la ansiedad, me volví incapaz de ver los noticieros, ver películas de acción o hablar de temas delicados relacionados con violencia. Mi feed de Instagram se llenó de monjes budistas y posts sobre salud mental. Por razones de tiempo y etapas de transición en mi vida, ha sido difícil tener un proceso de terapia, y este ha tenido que ser mayoritariamente autónomo.
Al día de hoy, me encuentro mucho mejor. La ansiedad me permitió cambiar aspectos de mi vida: comencé a meditar, a crear hábitos de agradecimiento, a mejorar mi calidad del sueño, a mejorar mi alimentación y demás patrones de pensamiento o comportamiento que me afectaban. A veces, en momentos de lucidez, agradezco aquel domingo que me permitió abrir los ojos y dar un cambio a mi vida.
La historia de Nicolás nos recuerda que la ansiedad no define a una persona, sino que es parte de un proceso en el que se puede aprender, crecer y encontrar herramientas para vivir con mayor bienestar.
Es importante recordar que cada experiencia con la ansiedad es única y que, aunque informarnos sobre salud mental puede ser útil, el autodiagnóstico no reemplaza la orientación de un profesional.
Buscar apoyo psicológico no solo ayuda a comprender mejor lo que sentimos, sino que también permite acceder a herramientas y estrategias adecuadas para afrontar los desafíos emocionales. Si estás atravesando un momento difícil, no dudes en pedir ayuda. Cuidar de tu bienestar mental es un acto de valentía y autocuidado.
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